miércoles, 14 de septiembre de 2011

ASTRONOMÍA ANTIGUA (primera parte)

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

ESCUELA NACIONAL PREPRATORIA Nº 9

PEDRO DE ALBA


ASTRONOMÍA ANTIGUA

PROFESOR: SAÚL PÉREZ ORTIZ


GRUPO: 602


CICLO: 2008 - 2009


Por miles de años el hombre ha dirigido la mirada al cielo nocturno y se ha llenado de espanto y admiración. Las incontables estrellas que se extienden de horizonte a horizonte, las fases de una luna plateada y los planetas errantes entre las constelaciones del zodíaco, han inspirado al hombre a estudiar la Astronomía.

La Astronomía tiene el doble mérito de ser la ciencia más antigua y uno de los campos más fascinantes de la investigación moderna. A mediados del siglo XX, muchos científicos jóvenes y veteranos volvieron su atención a una diversidad de problemas de gran interés astronómico. Como resultado de estos esfuerzos parece que se ha llegado al borde de numerosos cambios en la concepción del universo como un todo. En particular, la Teoría de la relatividad general parece un asunto de capital importancia para cualquier conocimiento profundo de la realidad física. Por otro lado, el desarrollo de nuevos instrumentos para observar y estudiar fenómenos en el Universo tales como radiotelescopios, telescopios en satélites, etc, ha permitido el avance sin precedentes en esta ciencia.

Una de las consecuencias desafortunadas de este rápido desarrollo en la Astronomía y sus diferentes ramas de estudio, es que ha menudo resulta difícil estar al día con lo que está sucediendo; es raro que pase un mes sin que se anuncie algún nuevo descubrimiento de importancia. A este paso, el astrónomo profesional simplemente debe trabajar más para estar informado, los aficionados o los estudiantes casuales quedan siempre rezagados.

Los presentes apuntes son una compilación de algunos libros que hablan sobre la materia. Algunos libros son de la colección La Ciencia para todos del Fondo de Cultura Económica, otros, son libros que pertenecen al Colegio de Física de la ENP No 9 y el resto, son parte de la colección privada de un servidor. Además de algunas páginas de Internet.

El orden de los mismos está apegado íntegramente al programa de la materia de Astronomía impartida en la ENP de la UNAM.

Considerando que no existe un libro de texto, la intención de este trabajo es ofrecer una base informativa no exhaustiva a los estudiantes de 6º año que cursan la materia. En apego a los propósitos del curso contemplados en el programa oficial, se pretende mostrar un panorama general de la Astronomía a nivel básico para complementar la cultura científica del alumno.

La mayoría de los estudiantes está cursando Astronomía por convicción, porque le encuentran algo de misterio, fascinación y belleza al cielo que nos envuelve todos los días. Para ellos es este trabajo.




Para el artista y para el hombre de ciencia existen un problema y una esperanza especiales, pues en sus caminos extraordinariamente distintos, en sus vidas que tienen un carácter cada vez más divergente, sigue habiendo un vínculo, una analogía que ellos sienten. Tanto el hombre de ciencia como el de arte viven siempre al borde del misterio, rodeados por él; ambos, siempre, como medida de su creación, han tenido que armonizar lo que es nuevo con lo que es familiar, equilibrar la novedad y la síntesis, luchar por dar un orden parcial al caos total. Ellos pueden, en su obra y en su vida, ayudarse a sí mismos, ayudarse unos a otros y ayudar a todos los hombres. Pueden hacer que los senderos que conectan las esferas de las artes y de las ciencias entre sí y con el mundo en general sean los nexos múltiples variados e inapreciables de una comunidad auténtica y mundial.
Está vida no puede ser fácil. Pasamos momentos difíciles para abrir nuevas mentes y mantenerlas profundas, para conservar nuestro sentido de la belleza y nuestra capacidad de crearla, y nuestra capacidad ocasional de ver en lugares remotos y extraños y desconocidos; pasamos un tiempo difícil, todos nosotros, cuidando estos jardines de nuestras aldeas, al mantener abiertos los diversos e intrincados senderos, para que florezcan en un mundo grande, abierto, expuesto a los vientos; pero ésta es, según la veo, la condición del hombre.
J. Robert Oppenheimer



La Astronomía como se le conoce en estos tiempos es el estudio de los procesos físicos que suceden en el universo: el tratar de entender cómo suceden, qué son, cómo se forman en términos de las ciencias exactas, como la Física y las Matemáticas.

La Astronomía, que significa etimológicamente "el conocimiento de las estrellas", es la ciencia encargada de observar y explicar los cuerpos y los eventos fuera de la Tierra.

Según el fin que se persiga en el estudio de los astros, la Astronomía se puede dividir en varias ramas:

- Astronomía práctica, que estudia los aparatos y técnicas precisas para el desarrollo de las demás ramas de la astronomía.

-

Cosmogonía (Cosmología), que, del estado actual del universo, infiere cual fue su origen y cómo ha evolucionado.

-

Astrofísica, que investiga la constitución y propiedades físicas y químicas de los componentes del universo.
-

Astronomía esférica o de posición, que tiene por objeto establecer sistemas de coordenadas que permitan fijar las posiciones de los astros.


-
Mecánica Celeste, que estudia los movimientos de los astros en relación con las causas que los producen (fuerzas), y, apoyándose en la astronomía esférica, calcula las órbitas y trayectorias que seguirán los astros, o la posición de ellos en un determinado momento del pasado.

- Arqueoastronomía, que combina herramientas metodológicas y de análisis de la Astronomía y de la Arqueología, estudiando las evidencias arqueológicas e históricas de las diversas culturas humanas en busca de reconstruir las antiguas astronomías y sus diversos aspectos culturales.




1.2 Astronomía antigua

La existencia de los primeros conglomerados humanos ya organizados en sociedades sedentarias se remonta a unos 15 000 años. Una vez cubiertas sus necesidades básicas de comida y protección, el hombre primitivo se dio tiempo para contemplar el cielo. En la antigüedad, observación significaba ver el cielo. Con el tiempo, estas observaciones se volvieron más organizadas y metódicas hasta el momento que se inició la observación de ciertos grupos de objetos para relacionarlos con la navegación, viajes, es decir, como guía para saber dónde dirigirse, y en la observación relacionada con la agricultura, servía ésta como guía de control del tiempo.
Aunque los primeros hombres poseyeron una capacidad mental no muy distinta de la nuestra, se encontraron ante un mundo físico y psíquico del que poco entendían. Las fuerzas erráticas e impredecibles de la naturaleza les inspiraban pavor y respeto, por lo que pensaban que el mundo se encontraba  poblado de espíritus que controlaban todos sus ritmos vitales.
Esta concepción animista sobre los fenómenos de la naturaleza fue un método universal de explicación simple. En esencia, el animismo introdujo la creencia de que toda manifestación de vida o movimiento era debida a la presencia de espíritus que se posesionaban de los animales, plantas y de las cosas. Espíritus que manifestaban su poder a través de las violentas fuerzas de la naturaleza. Esta explicación sencilla fue resultado del escaso acervo cultural en los albores de la civilización. La acumulación lenta pero constante de conocimiento durante los primeros milenios de desarrollo hizo que el universo mágico se fuera transformando en un universo mítico, donde dioses, héroes humanos o semihumanos forjaron un cosmos más complicado.

La complejidad adquirida al paso del tiempo por sociedades que florecieron en las márgenes de los ríos Tigris, Eufrates, Nilo, Ganges, o en las planicies  y montañas de China, Grecia y América se reflejó directamente en las explicaciones que sobre el cosmos produjeron.

En sus mitologías fue factor común y permanente la lucha entre las fuerzas del bien y del mal, representadas por dioses portadores de luz o de tinieblas, respectivamente. Las concepciones cosmogónicas surgieron como un concepto de equilibrio (o desequilibrio) entre ambas fuerzas.

Aunque es imposible conocer las ideas que los hombres primitivos tenían acerca del universo, por estudios comparativos de las culturas primitivas que todavía existen, tales como las de Borneo, Australia, Kalahari y el Amazonas, pueden inferirse muchas de las características sociales y culturales que identificaron a esos grupos primigenios.

Verbigracia, los aborígenes australianos creen que mucho antes de que hubiera el menor signo de vida, la Tierra ya existía y que era plana
. De generación en generación han transmitido el siguiente mito sobre la creación: en un tiempo muy antiguo, seres gigantescos y de aspecto humanoide, llamados los wandjimas, con características animales pero de comportamiento humano, brotaron milagrosamente en diferentes partes de la llanura australiana y se dieron a la tarea de crear montañas, costas, marismas y ríos para que después fuera habitada por los verdaderos hombres que también fueron creados por ellos. Tales seres míticos vivirían eternamente transformándose en diferentes especies animales y vegetales. Una vez realizado el acto creador, plasmaron su imagen en las pinturas rupestres, decretando que los aborígenes debían conservarlas si querían recibir el beneficio de las lluvias. El cielo, que cobija la Tierra, es el lugar donde moran los dioses australianos, y están sentados en un trono de cristal. Para llegar a ellos hay que escalar el Arco Iris.
La observación de la bóveda celeste enseñó a nuestros ancestros que en ella había un orden, pues así lo mostraban la regularidad y continuidad de las fases lunares, la salida y puesta diaria del Sol y la inmutabilidad de las estrellas. Y fue este orden el que se tomó como referencia para la edificación de las diferentes estructuras que actualmente siguen en pie.

Desde hace tiempo se sabe que Stonehenge fue orientado en dirección de la salida del Sol
 y del solsticio de verano y que un centenar de monumentos megalíticos de Europa muestran una gran variedad de alineaciones astronómicas.

La arqueología moderna ha logrado distinguir tres etapas en la construcción de Stonehenge, que cubren el periodo de 2750-2075 a.c. y se dice que no sólo fue un lugar para observar los solsticios y otros fenómenos solares y lunares y, desde luego, como escenario para celebración o culto asociados a él, sino que también funcionaba para predecir eclipses.

La información astronómica y caléndarica almacenada en tantos monumentos antiguos por todo el mundo nos dice que el interés del hombre primitivo en los cielos no se limitó a leyendas sobre estrellas o mitos de creación sino que en verdad realizaron minuciosas y continuas observaciones de ciertos fenómenos astronómicos y que esta información quedó plasmada en edificios y monumentos.

LOS SUMERIOS

Los escritos astronómicos más antiguos que se conocen pertenecen a la cultura mesopotámica, que se desarrolló entre los ríos Tigris y Eufrates, en el Oriente Medio, a los largo de 5000 años antes de nuestra era. Aunque se les suele dar el nombre genérico de “caldeos” o “babilonios”, se establecieron primero los sumerios, después los acadios y por más de 2000 años, babilonios y asirios se disputaron la supremacía.

Cosmogonía: en un principio, estaban mezcladas el agua del mar, el agua de los ríos y la niebla, cada una representada por tres dioses: la madre Tiamat, el padre Apsu, de cuya unión surgieron los hombres y los animales, y el sirviente Mummu. El agua de mar y el agua de los ríos engendraron a Lhamu y Lahamu, dioses que representaban el sedimento y estos engendraron a Anshar y Kishar, los dos horizontes. En una lucha entre Marduk (Júpiter) dios principal de los babilonios, y las deidades protectoras de Tiamat, éste las aniquiló, incluyéndola a ella, después partió su cadáver en dos, levantando una parte formó el cielo y con la otra la Tierra.

Concepción: el universo era una región completamente cerrada. La Tierra se encontraba en el centro flotando sobre un gran mar. Conteniendo al mar había una muralla alta e impenetrable. El cielo estaba formado por una gran bóveda semiesférica que descansaba sobre la muralla.

Aportaciones: elaboraron mapas celestes, dividieron el cielo en constelaciones, registraron los movimientos retrógrados planetarios, pudieron predecir eclipses de luna, distinguieron las cuatro estaciones del año,
dividieron el año en meses, días , horas, minutos, segundos, la semana en 7 días: Sol (domingo), Luna (lunes), Marte (martes), Mercurio (miércoles), Júpiter (jueves), Venus (viernes) y Saturno (sábado),
 dividieron el día en 24 horas, la hora en 60 minutos, y los minutos en 60 segundos.

También a ellos se debe la división del círculo en 360 grados.
Ya para el siglo XII a.c habían definido las 12 constelaciones del zodiaco.

Los caldeos observaron y calcularon la posición y el movimiento de los planetas sobre la eclíptica (el círculo aparente que traza el Sol sobre la esfera celeste durante su trayectoria anual).

Los caldeos miraron el firmamento
 pensando que los cuerpos celestes habían sido puestos ahí por los dioses para el beneficio humano, y que el propósito de su presencia era dar indicaciones sobre la fortuna de individuos y naciones. Por esta razón los llamaron Intérpretes de los dioses. Esta actitud los convierte en verdaderos observadores del movimiento de los cuerpos celestes y originó la pseudociencia llamada Astrología. 

Aportaciones: la historia nos ha mostrado que los egipcios estaban capacitados para construir monumentos  y que las pirámides, en particular, eran simples tumbas. Hasta la fecha no se ha encontrado ninguna evidencia de que hayan hecho observaciones sistemáticas de la luna, de los planetas o las estrellas. La única aportación a considerar  fue su calendario astronómico de 365 ¼ días empezando con el Sothis, el ascenso heliacal de la estrella Sirio que coincidía con la crecida del Nilo.

La falta de interés de los sacerdotes egipcios por el Universo se explica puesto que en su concepción religiosa no eran fundamentales los  pronósticos astrológicos. Por esto no especularon respecto de la posible naturaleza de los planetas y se concentraron en el mundo espiritual. Así se marco la diferencia entre la Astronomía de los sumerios y los egipcios.


EL COSMOS HINDÚ

Para los pensadores de la antigua India la Astronomía fue más que una disciplina observacional o una filosofía sobre la creación del cosmos. En las ruinas de las ciudades no se han encontrado vestigios de observatorios astronómicos, ni de catálogos estelares. El estudio de los movimientos planetarios tampoco parece haber despertado gran interés. Todo parece indicar que la observación de las estrellas fue únicamente con el propósito de tener puntos a los cuales referir sus estudios sobre el movimiento del sol y la luna, lo que les permitió desarrollar una calendario lunar de 12 meses de 29.5 días. La discrepancia entre éste y el año solar la solucionaron introduciendo un mes extra cada 30 lunaciones.

Cosmogonía y Concepción: existen dos versiones originadas por sectas religiosas diferentes. En una, la más conocida y antigua, se consideró que Brama, por un acto de pensamiento, dividió el huevo primigenio en dos y formó con una mitad el cielo y con la otra la Tierra. En este esquema el Universo es una entidad cerrada, contenida por los anillos de Sheshu, la cobra negra, animal sagrado para ese pueblo. En el fondo de todo había un mar de leche rodeado completamente por parte del cuerpo de la serpiente. En el lácteo océano nadaba una enorme tortuga, sobre cuyo caparazón se apoyaban cuatro elefantes, cada uno en cada punto cardinal. A su vez, estos animales sostenían sobre sus lomos a la Tierra, formada por un disco simétrico. En la parte alta había un gigantesco fuego que al girar en torno a ella ocasionaba el día y la noche. La misma cobra que rodeaba y contenía al mar de leche, formaba con la parte superior de su cuerpo otro anillo que contenía a la bóveda celeste. La otra versión introduce el concepto de la dualidad cósmica y está medio “fumada” así es que no la incluyo.

En el aspecto conceptual, los hindúes introdujeron una idea nueva: la regeneración y destrucción cíclica del Universo. Para resolver la contradicción filosófica surgida, por un lado, de admitir que aquél era eterno y por el otro, la de observar la temporalidad de sus partes, recurrieron a la hipótesis de la periodicidad de los acontecimientos. “La evolución, enseñaron los hindúes, se cumple en periodos cuya ilimitada y cíclica repetición asegura al Universo su duración eterna.” La importancia de esto radica en que actualmente muchos científicos apoyan la hipótesis del resurgimiento cíclico.

CHINOS

Aunque la civilización china tiene gran antigüedad, sólo se tiene información segura sobre su desarrollo histórico a partir del inicio de la dinastía Shang, la cual consolidó su poder hacia el año 1500 a.C.
Los diversos registros dejados por los astrónomos chinos muestran que fueron buenos observadores. Sus catálogos de cometas, eclipses y otros eventos astronómicos confirman que tuvieron un bien organizado grupo de observadores que de manera sistemática y meticulosa realizaron un trabajo muy valioso, tanto, que en la actualidad sigue dando frutos. Utilizando el mismo sistema de coordenadas que ahora manejan los astrónomos para localizar los objetos celestes, pero que fue desarrollado en Occidente sólo hasta el siglo XVII, los chinos determinaron más de 2 000 años atrás las posiciones aparentes de las estrellas de mayor brillo del firmamento. En efecto, alrededor del año 350 a.C. Shih Shen construyó un mapa estelar donde catalogó más de 800 estrellas.
Seguramente en gran medida por su ubicación geográfica, estos observadores orientales no pusieron mayor atención en el estudio de las estrellas de la eclíptica, sino que desarrollaron su sistema de referencia celeste en torno a las constelaciones circumpolares. Alrededor del año 1400 a.C., los chinos ya habían determinado la duración del año solar, estimándola en 365.25 días, mientras que la lunación la fijaron en 29.5 días. La exactitud de estos valores es notable y viene a confirmar la excelencia de los astrónomos chinos.
Como sucedió en otras civilizaciones, los chinos asociaron a los planetas con los componentes básicos que, según su filosofía, constituían a la naturaleza, así como con los puntos cardinales: Júpiter se asoció con la madera y el Este, Marte con el fuego y el Sur, Saturno con la tierra y el centro, Venus con el metal y el Oeste, mientras que Mercurio quedó ligado al agua y al Norte. Según sus ideas la madera, el fuego, la tierra, el metal y el agua eran los cinco elementos primarios con los que se formó el Universo.
Las concepciones filosófico-religiosas desarrolladas en China no consideraron a los objetos cósmicos como dioses que determinaran los destinos humanos, y aunque sí tuvieron astrología y un equivalente al zodiaco formado por 28 casas, en lugar de los 12 signos originados en Mesopotamia, fue diferente de la surgida en la región comprendida entre el Tigris y el Éufrates.

Cosmogonía y concepción: la idea más antigua originada en China aseguraba que el Universo estaba formado por el Cielo de forma esférica, y por la Tierra, que era un cuenco con su abertura hacia abajo. Sus bordes o límites eran aristas lineales que en realidad le daban forma de un cuadrado convexo. Alrededor de ella había un gran océano en el que se hundía el firmamento. El Cielo y la Tierra se sostenían en su sitio por virtud del aire atrapado debajo de ellos. Consideraban que la bóveda celeste era de forma irregular, más elevada al sur que al norte, por lo que el Sol, que rotaba junto con ese hemisferio irregular, era visible cuando se encontraba al sur, e invisible cuando ocupaba el norte de ese cielo deformado. Aunque el Sol, la Luna y los planetas se movían junto con el firmamento, también tenían movimientos propios. Aseguraban que el Cielo se encontraba 80 000 li por encima de la Tierra, lo que con nuestras medidas equivaldría a unos 43 kilómetros.
Posteriormente, alrededor de la segunda centuria antes de nuestra era modificaron algo este modelo, asegurando que el cosmos era un esferoide de unos 2 000 000 li de diámetro, aunque en realidad era 1 000 li más corto en dirección norte-sur que en la este-oeste. Según se sabe, el astrónomo Chang Heng del siglo I afirmaba que el Universo era como un huevo cuya yema sería la Tierra, que descansaba sobre agua, mientras que el Cielo, sostenido por vapores emanados del océano, equivalía al cascarón.
En un tercer modelo se aseguraba que el Universo era infinito y que carecía de forma y sustancia, encontrándose en él únicamente la Tierra, el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas, todos flotando libremente. En ese universo los cuerpos celestes no estaban sujetos a nada, y se movían en él por acción de fuertes vientos. Aunque sin ningún fundamento observacional, este último modelo cósmico de los chinos fue el resultado de una verdadera abstracción, lo que lo ubica en un plano diferente del de todos los otros que hasta aquí se han comentado.

Aportaciones: -2.357 a.C. Primer calendario solar.
-2.137 a.C.  El primer registro escrito de un eclipse de Sol (22 de octubre).

-1.766 - 1.122 a.C. los chinos utilizaron un ciclo de 19 años (235 lunaciones) para medir el tiempo. 1.200 a.C. se  realiza el primer registro de manchas solares, llamándolas "motas oscuras" en el Sol.


 -siglo VII a.C. registraron la ocurrencia de eclipses y pasos de cometas.
613 a.C. dieron fe del paso de un cometa al parecer, el cometa Halley. -532 a.C. se registra la aparición de una estrella huésped (supernova) en la constelación del Águila. -350 a.C. se realiza el premier mapa celeste  con la ubicación de 121 estrellas.
Por esta época, también se edita el primer atlas conocido de cometas que ilustra 29 formas de cometas  y enumera los tipos de catástrofes que anunciaban. 165 a.C. continúan el registro de manchas solares. Las llamaron "bandadas de grullas" en el Sol. -104 a.C. los astrónomos estimaron la duración del año en 365.2502 días, una aproximación  excelente comparada  con el valor vigente (365.2422 días).

100 a.C. los chinos inventan la brújula.

Fue alrededor del año 100 d.c. que la astronomía tuvo un repunte, se lograron calcular con precisión las fechas de los eclipses y pudo desarrollarse un sistema calendario con fundamento astronómico que tuvo indiscutible vigencia por muchos siglos. -184 d.C. registro de explosión de una supernova en la constelación del Centauro.

-336 d.C. se determina la Precesión de los Equinoccios en un grado cada 50 años.

-393 d.C. registro de una estrella huésped (supernova) en la "Cola del Dragón", actual constelación del Escorpión.

-635 d.C. registran que la cola de los cometas apunta siempre en dirección contraria a la posición del Sol.

-1006 d.C. Reporte de una supernova en la constelación del Lobo. La estrella era tan brillante que se podía observar de día. Hasta ahora es la supernova más brillante que se ha reportado. 

-1054 d.C. Los astrónomos chinos observan y registran la explosión de una supernova, que posteriormente daría origen a la nebulosa del cangrejo.



MESOAMERICA

El transcurrir del tiempo fue registrado en la antigua América en calendarios excepcionales; su vigencia actual demuestra la maestría con la que fueron calculados. El ciclo de 260 días en el que se basan y los valores enteros de los ciclos planetarios que los estructuran son únicos y son originales de aquella civilización. Estos ciclos y las correcciones periódicas ya descifradas, que se llevaban a cabo para ajustarlos a la duración fraccionaria de los movimientos reales de los astros, son la síntesis de los conocimientos astronómicos indígenas de este continente.

El estudio de las civilizaciones americanas ha mostrado que entre el año 1000 a.C. y el pasado siglo XVI surgieron en Mesoamérica diversas culturas, alcanzando algunas de ellas un notable grado de desarrollo. Entre los pueblos más notables de esta parte del mundo deben ser considerados los mayas y los aztecas. Los mayas fueron consumados observadores de los astros, lo que les permitió determinar con precisión diversos ciclos celestes, como el lunar o el del planeta Venus. Además fueron capaces de determinar la ocurrencia de eclipses. En el terreno práctico lograron establecer la duración verdadera del año con una exactitud no alcanzada por ninguna otra cultura previa a la actual.

MAYAS

Hasta ahora sólo se conocen fragmentos de cuatro códices mayas previos a la Conquista. De ellos, el Dresde, que ha sido parcialmente descifrado, ha resultado ser un libro que contiene efemérides sobre los movimientos de Venus, así como información acerca de cierto número de eclipses. Otro de esos códices, el Madrid, muestra el importante papel que los astrónomos tuvieron entre los mayas.
Existe una teogonía maya, fundamentalmente conocida por medio del Popol Vuh, libro escrito después de la Conquista y en el que se relata el origen del hombre, así como la creación y destrucción cíclica del mundo, idea que también aparece en otras culturas de Mesoamérica.

Concepción: a pesar de los grandes avances astronómicos y matemáticos logrados por los mayas, hasta donde se ha podido establecer, dichos conocimientos no reflejan de forma directa su visión sobre la estructura del cosmos, por lo cual los especialistas han tenido que recurrir al estudio de los patrones culturales de los descendientes actuales de esa civilización, y muy especialmente al grupo de los lacandones, quienes han logrado mantener su identidad más o menos intacta en los últimos 500 años. De esa forma han podido obtener una idea de cómo concebían los mayas el Universo, el cual dividían en tres niveles superpuestos. El superior correspondía al Cielo, que se encontraba dividido en 13 capas. El Sol, la Luna y Venus tenían cada uno su propia capa. El segundo nivel era el de la Tierra, formada por una plancha plana que flotaba sobre agua y que era sostenida por un monstruo acuático. La Tierra a su vez se dividía en cuatro rumbos, en cada uno de los cuales se encontraba una ceiba (el árbol sagrado), un pájaro cósmico y un color. Finalmente el tercer nivel estaba formado por el Inframundo, constituido por nueve capas. La Vía Láctea desempeñaba un papel importante en la unión de los tres niveles, ya que la imaginaban como el cordón umbilical que unía al Cielo y al Inframundo con la Tierra.
Esta visión de un universo formado por capas sobrepuestas difiere radicalmente de cualquier otro modelo cosmogónico concebido por las antiguas culturas asiáticas y europeas, y es original de los pueblos desarrollados de América. Debe señalarse que en el modelo de los mayas la Tierra no ocupaba un lugar privilegiado; además, debido a las capas que lo conformaban, no pensaban que la Tierra pudiera ser el centro del Universo, pues hasta donde se ha podido establecer, ese modelo realmente no lo tenía.
Registro del tiempo son las fechas de algunos códices; las inscripciones que en estelas, monumentos y templos pueblan las selvas y los valles; lo son también algunas pirámides como la de Tajín y el Castillo de Chichén Itzá, que tiene 4 escalinatas de 91 peldaños cada una, con pasamanos que terminaban en cabeza de serpiente y que miraban a los puntos solsticiales del orto y el ocaso, los 4 ángulos del cielo. Guía segura para determinar la duración exacta del año.Tiene 9 terrazas separadas en dos partes, los 18 meses del año, y en las 4 fachadas hay 52 paneles, los años del siglo antiguo. El singular efecto de la luz en los equinoccios se muestra en la figura de arriba: Quetzalcóatl desciende a la Tierra. Quetzalcóatl es el centro del pensamiento antiguo. La unión de lo divino y lo humano, del espíritu y la materia.

Entre los mayas existía la "cuenta larga", recuento ininterrumpido del transcurso de los días; es un sistema de referencia temporal que permite adentrarse en el tiempo hacia el pasado y el futuro; al infinito lo concebían sin principio ni final. Las fechas más antiguas descifradas se remontan a miles de años antes de nuestra era. Sus cálculos abarcaban millones de años. El Xiuhmolpilli del Amatl de la Peregrinación antes de emprender la marcha está atado al aire; es decir; al tiempo pasado.

Los años eran nombrados por 4 de los 20 signos de los días; se iniciaba el ciclo de 52 años en el año Uno Conejo; al avanzar 365 días se llega al año "Dos Caña"; otro año solar más lleva al año "Tres Casa" y el cuarto año solar lleva al año "Cuatro Pedernal". Sólo 4 de los 20 jeroglíficos ocurren en los días iniciales de años. El Xiuhmolpilli (cuenta de los años) está así dividido en 4 partes, de 13 años cada una, dirigidas a los 4 puntos cardinales: los 13 años Caña son el Rumbo de la Luz, el oriente; los años Pedernal, el Rumbo de los Muertos, el norte. Los 13 años Casa, el Rumbo de las Mujeres, son el poniente, y los años Conejo, Rumbo de las Espinas, son el sur.
El ciclo de los 52 años se ordena automáticamente con los puntos cardinales; es la concordancia entre el tiempo y el espacio.


AZTECAS

Los aztecas fueron la última gran civilización mesoamericana previa a la Conquista, la cual truncó su desarrollo. A pesar de haber sido contemporáneos de los europeos que vinieron al Nuevo Mundo durante el siglo XVI, su cultura desapareció de forma tan rápida y completa que en la actualidad es bien poco lo que con seguridad se sabe sobre la forma de pensar de esos habitantes del altiplano mexicano.
Herederos de los mitos y patrones religiosos de las civilizaciones que les antecedieron, los aztecas se convirtieron en el siglo XIV en los grandes conquistadores de Mesoamérica, ampliando considerablemente sus conceptos culturales originales. A principios del siglo XVI las concepciones filosóficas de los aztecas eran realmente complejas, pero al igual que sucedió con sus predecesores, el modelo cósmico que tenían sólo nos ha llegado mediante referencias indirectas y en forma incompleta. Sabemos por ejemplo que Netzahualcóyotl, el gran rey sabio que gobernó Texcoco a mediados del siglo XV, mandó construir un templo al "dios desconocido", "el que no tiene nombre, el que no ha sido visto". A ese respecto el historiador Fernando Alva Ixtlilxóchitl dice que le edificó un templo muy suntuoso, frontero al templo mayor de Huitzilopochtli, el cual además de tener cuatro descansos, y el fundamento de una torre altísima, estaba edificado sobre él con nueve sobrados, que significaban nueve cielos; el décimo, que servía como remate de los otros nueve sobrados, era por la parte de afuera matizado de negro y estrellado.

Concepción: relatos similares a éste han permitido saber que los sacerdotes aztecas y los de otros grupos de origen náhuatl concebían al Universo formado por capas, cada una de las cuales contenía un tipo particular de objeto celeste. Arriba de la capa correspondiente a la Tierra se encontraba situada la Luna. Sobre ella y ocupando otra capa se movían las nubes. Las estrellas, el Sol y Venus lo hacían también, cada uno en su propia capa.
Referente a la Vía Láctea se sabe que los aztecas la llamaban Mixcóatl Ohtli, lo que significa "nube en forma de culebra", y la consideraban como la madre de todas las estrellas.
Los pueblos náhuatl que actualmente habitan la parte norte de la sierra de Puebla tienen la siguiente leyenda sobre la Vía Láctea y el origen de las estrellas: Hace mucho tiempo, tanto que no se sabe cuánto, lo único que había en el cielo por las noches era la Luna y Mixcóatl Ohtli, una serpiente preciosa de cristal. La Luna era muy caprichosa como ahora todavía lo es: unas veces alumbraba, otras no; unas veces lo hacía mal; por eso la serpiente de cristal se dedicó a alumbrar constantemente al mundo, en las noches en el Poniente y en las mañanas por el Oriente. A eso se debe que tenía que recorrer constantemente el camino que se ve en el Cielo, y lo hizo tanto que quedó marcado para siempre. Pero sucedió que la Luna, envidiosa de la belleza de la serpiente y del cariño que todos los hombres le tenían, le arrojó una piedra y la serpiente, que no pudo esquivar el golpe, se rompió en muchísimos pedazos. Estos fragmentos se esparcieron por todo el cielo y son los puntos de luz que se llaman estrellas, que hacen tan bellas las noches cuando no hay nubes. La cabeza de la serpiente cayó por el rumbo donde sale el Sol y es el lucero de la mañana; su corazón cayó en el poniente y es el lucero de la tarde.
La coordinación que existía entre el tiempo y el espacio en la cosmovisión mesoamericana encontró su expresión en la arquitectura mediante la orientación de pirámides y sitios arqueológicos. Estas orientaciones pueden ser relacionadas, en la mayoría de los casos, con las fechas de la salida o puesta del Sol en días específicos del ciclo solar; mientras que algunas de ellas se conectan también con fenómenos estelares. 


INCAS

Los Incas, como tantas sociedades contemporáneas y precedentes a ellos, desarrollaron una compleja cultura en la cual se relacionaban los elementos de la naturaleza,  tanto terrestres como celestes. Objetos naturales y artificiales que fueron cargados de significaciones religiosas, sociales y políticas, que rigieron y organizaron la vida social en los tiempos precolombinos. 
La cosmología incaica se desarrolló sobre la base de los conocimientos andinos preexistentes, los que conformaron un complejo sistema donde se relacionaban varias huacas (santuarios) tales como montañas, cuevas, manantiales, lagunas, muchaderos (rocas o lugares destinados al culto), apachetas y otros elementos en el/del paisaje, con las “ánimas” o espíritus. Desde tiempos ancestrales el sol junto a la luna fueron utilizados con fines astronómicos, conformando un calendario estrechamente vinculado a las actividades agrícolas.  Los Incas potenciaron e institucionalizaron estos conocimientos astronómicos, convirtiéndolos en una fuente de poder y dominación.

En América del Sur, en los andes Centrales, culturas preincaicas realizaron obras como las Líneas de Nazca, o la Puerta del Sol en Tiahawanaco.
Sin duda alguna, los Incas es el imperio más representativo. Es precisamente en Cuzco, en donde muchos investigadores han encontrado documentos de colonizadores españoles que describen el Templo del Sol, del cual irradiaban cuarenta y un ejes llamados ceques, cuya disposición implicaba lineamientos geománticos o astronómicos, que definían el valle en 328 huacas las cuales cumplían funciones rituales y políticas.

Los Incas conocían la revolución sinódica del los planetas, Construyeron un calendario Lunar para las fiestas religiosas y uno solar para la agricultura. Utilizaron elementos como mojones alrededor de los pueblos para realizar astronomía observacional. Los Chibchas conocían la constelación de Orión y reconocían la relación entre la salida heliacal de Sirio con el comienzo de la temporada de lluvias.

El calendario consistía en un año solar de 365 días, repartidos en 12 meses de 30 días y con 5 días intercalados. Se sabe que el calendario era determinado observando al sol y a la luna. Para fijar las fechas exactas del año y meses, Pachacútec dispuso la edificación de 12 torres o pilares localizados al Este de la llacta del Cuzco, llamados sucangas.

Los Incas daban mucha importancia a las constelaciones y estaban muy interesados en la medición del tiempo para fines agrícolas. Poseían sus propias constelaciones entre las cuales, se destacan la Cruz del Sur y el Centauro. Para ellos las vía láctea era oscurecida por sacos de carbón. La Astronomía jugó un papel muy importante para la construcción de sus ciudades.


Como parte de su concepción del Universo, el Sol ("inti", en quechua), al que acostumbran representar por un gran disco de oro circundado de rayos, era adorado en templos cubiertos totalmente de oro, como lo era el Koricancha o "patio de oro" en la ciudad del Cuzco. También se afirmaba que el maíz eran las lágrimas del Sol debido al color dorado que tiene el maíz seco. Por lo tanto se ofrendaba al Sol la bebida que se elaboraba con el maíz: la chicha.



LOS GRIEGOS Y SU PRIMERA VISIÓN DEL COSMOS

La principal fuente para conocer las ideas cosmogónicas de los primitivos griegos es la Teogonía, libro escrito por Hesíodo hacia el año 800 a.C. Este texto es una detallada genealogía de los dioses que poblaron el Olimpo, sin embargo, marginalmente informa sobre la visión que de la Tierra y de la creación cósmica tuvieron esos pueblos.
En esa obra claramente influida por ideas orientales previas, Hesíodo dice que el Caos (el abismo) fue la condición primordial del Universo. Del Caos proviene todo lo creado. En él se encontraban amalgamados todos los elementos que configuraban una masa informe. Luego vinieron Gea (la tierra), Tártaro (el mundo subterráneo) y Eros (el amor). Este último fue el elemento activo o fuerza vital que atrae a los seres, siendo el principio universal de la vida.
Del Caos se generó una pareja de hermanos tenebrosos: Érebo, el aire oscuro y la noche (de su unión surgió la luz en forma de Éter luminoso), y Hemera, el día.
Gea procreó igual a sí misma primeramente a Urano, para que la cubriera toda y fuera el apoyo de los dioses. Creó también a las montañas y al mar, que surgieron de ella y ocuparon parte de su superficie.
Es en este mito narrado al principio de la Teogonía donde se encuentra el primer modelo cosmogónico de los griegos. A partir de la masa informe y oscura que era el Caos se generó la Tierra, a la cual imaginaron como un disco plano, bajo el cual se encontraba el Tártaro o mundo subterráneo. Urano, que era el Cielo donde se encontraban las estrellas, la rodeaba por completo. Claramente esta visión tan simple del Universo no tuvo ningún soporte observacional, así que no difiere en lo esencial de otras cosmogonías surgidas durante la antigüedad. Como un mito, sirvió de apoyo a la interpretación que los primitivos griegos hicieron de su mundo, el cual se encontraba poblado de dioses y semidioses que convivían cotidianamente con los hombres. Esta interacción podía ocurrir en cualquier momento y nivel de su existencia, sin que tuviera un carácter extraordinario. Como ejemplo de esa interrelación se tiene el mito sobre el nacimiento de Hércules, donde incidentalmente se explica la existencia de la Vía Láctea.
Zeus, el dios griego por excelencia, tuvo por esposa legítima a Hera, pero se unió frecuentemente con otras diosas y con diversas mortales, engendrando así a dioses y semidioses que poblaron el panteón helénico. Hera, extremadamente celosa, siempre trató de castigar las infidelidades de su divino esposo. En una ocasión Zeus engañó a la fiel Alcmena, pues tomó la forma de su marido Anfitrión, y engendró en ella a Hércules, el poderoso héroe. Hera, disgustada por ese desliz, trató de asesinar al recién nacido enviándole dos serpientes, pero Hércules se encargó de estrangularlas con una sola mano. Zeus, enojado por la acción de su esposa, tomó al pequeño Hércules y, mientras Hera dormía plácidamente en el Olimpo, lo acercó a sus pechos para que mamara la leche divina que lo haría inmortal. Hera despertó sobresaltada y al ver lo que ocurría quitó violentamente al infante de su seno, pero no pudo evitar que su pecho arrojara todavía algunos chorros de leche, los que al regarse por la bóveda celeste dieron origen a la Vía Láctea.

Otras bellas leyendas similares a ésta sirvieron a los primitivos griegos para explicar la existencia de estrellas tales como Cástor y Pólux, grupos estelares como el de las Pléyades o constelaciones como Orión y Hércules. Los planetas entonces conocidos fueron asociados con algunos de sus principales dioses. En esas tempranas etapas de su desarrollo no estudiaron los movimientos de los cuerpos celestes, mucho menos trataron de entender sus causas. Sus conocimientos astronómicos no fueron en realidad diferentes conceptualmente de los de otros pueblos de la antigüedad, pero sí tomaron de ellos un conjunto importante de ideas astronómicas, especialmente de sus vecinos, los caldeos y los egipcios. Esos conocimientos fueron utilizados por los griegos con fines prácticos relacionados fundamentalmente con la determinación de los ciclos agrícolas, y con el cálculo de una correcta orientación para los viajeros marítimos y terrestres.

 
 
 
 
 
 

1 comentario: